El ferrocarril es resultado de múltiples inventos y avances tecnológicos que se desarrollaron en muchas áreas del conocimiento, entre ellas, la física, la mecánica, la ingeniería, la arquitectura y las comunicaciones, entre otras. Dos de esas innovaciones, que unidas transformaron el mundo del transporte, fueron la construcción de carriles en las regiones mineras de Europa, sobre los que circularon góndolas cargadas de minerales, las cuales eran arrastradas por mulas, y la máquina de vapor, que patentó el escocés James Watt en 1769, la cual, por primera vez en la historia de la humanidad, permitió obtener energía para lograr mover pesos enormes, sin la necesidad de utilizar la fuerza del hombre o la de los animales.

La máquina de Watt tuvo un gran éxito. Muy pronto se extendió su uso hasta Inglaterra, donde Richard Trevitick la adaptó para en 1803 construir la primera locomotora de vapor capaz de funcionar. Por su parte, los carriles o vías también evolucionaron, tanto en su diseño como en los materiales que se emplearon para su construcción. Esto generó las condiciones para que surgiera un nuevo sistema de transporte: el ferrocarril, que desde entonces ha experimentado un incansable desarrollo tecnológico que lo llevó a transitar de la tracción de vapor a la de diesel-eléctrica, para luego llegar al electromagnetismo, todo con el fin de alcanzar cada vez velocidades más altas y procurar seguridad y comodidad a los pasajeros.