El tren es uno de los grandes inventos de la Revolución Industrial. Surgió en el continente europeo y su desarrollo más intenso se vivió en las primeras décadas del siglo XX. Uno de los pioneros en la evolución de este importante medio de transporte fue el ingeniero inglés Richard Trevithick, quien en 1802 construyó la primera locomotora de vapor, que logró remolcar cinco vagones cargados con diez toneladas de hierro y setenta personas.

Desde su creación, el ferrocarril se utilizó en la explotación minera y para transportar todo tipo de materias primas y productos terminados, producidos por las primeras fábricas modernas, que cada vez requerían y exigían formas más eficaces para transportarlos. No en vano la primera vía pública de ferrocarril, construida en 1825, se planeó para transportar, en forma exclusiva, carga entre los poblados de Stockton y Darlington.

El establecimiento de esta línea, así como del primer tren de pasajeros que comunicó las ciudades de Liverpool y Manchester en 1930, fueron proyectos dirigidos por George Stephenson, hijo de un trabajador minero, quien aún sin tener estudios formales logró ganarse un sólido prestigio como ingeniero. A partir de entonces los trenes se expandieron por Europa y después por el mundo entero: treparon montañas, cruzaron abismos y llegaron a los sitios más remotos y desconocidos.